Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato fue editada en 1961 en Buenos Aires.
Ernesto Roque Sábato, (nacido el 24 de junio de 1911 en Rojas, Argentina, fallecido el 30 de abril de 2011 en Buenos Aires), novelista, periodista y ensayista argentino, cuyas novelas destacan por su preocupación por cuestiones existencialistas, filosóficas y psicológicas y cuyos estudios políticos y sociales fueron polémicamente influyentes en Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Se destaca su participación protagónica en el documento Nunca Más. Educado como físico y matemático, Sábato asistió a la Universidad Nacional de La Plata (1929-36), donde recibió un doctorado en física en 1937. Realizó trabajos de postdoctorado en el Laboratorio Curie en París en 1938 y el Instituto de Tecnología de Massachusetts en 1939 y regresó a la Argentina en 1940. De 1940 a 1945 enseñó física teórica en la Universidad Nacional de La Plata y en un colegio de maestros en Buenos Aires. Comenzó a contribuir a la sección literaria de La Nación artículos que expresaban su oposición al gobierno de Juan Domingo Perón.
La novela El túnel (1948) tiene un protagonista que es un antihéroe existencial que no puede comunicarse con nadie. Enfrentado con lo absurdo de la condición humana, se retira de la sociedad.
Sábato también publicó ensayos como Hombres y engranajes (1951), que examina el mito del progreso y el uso de la tecnología de las máquinas como modelo de las estructuras sociales. Heterodoxia (1953), trata sobre los problemas de la civilización moderna y lo que Sábato vio como una pérdida de fundamentos y valores morales. Después de la caída de Perón en 1955, Sábato publicó “La otra cara del peronismo”.
Su segunda novela, Sobre héroes y tumbas, es un estudio psicológico penetrante del hombre, entretejido con ideas filosóficas del existencialismo y observaciones psicológicas previamente tratadas en sus ensayos.
La novela Abaddón el exterminador es de 1974, corregida y revisada en 1978, y contiene las declaraciones irónicas sobre literatura, arte, filosofía y los excesos del racionalismo que caracterizan su trabajo.
Sábato en 1984 recibió el Premio Cervantes.
El documento Nunca Más informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, o simplemente Nunca más, es un libro que recoge (y adapta el formato) el informe emitido por la CONADEP respecto a las desapariciones ocurridas en la Argentinadurante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Es conocido también con el nombre de Informe Sabato, quien presidió la comisión que lo entregó el 20 de septiembre de 1984 al entonces presidente, Raúl Alfonsín.
En 2000, en su cumpleaños 89, Sábato lanzó un nuevo trabajo, una reflexión sobre la cultura occidental titulada La resistencia, en Internet antes de su publicación impresa.
Resumen de Sobre héroes y tumbas
4 Partes:
El dragón y la princesaLos rostros invisiblesInforme sobre ciegosUn dios desconocido
La novela, cuya historia ocurre en Buenos Aires en 1955, se inicia con una noticia preliminar, en que se nos informa de cómo Alejandra Vidal mató a su padre de cuatro disparos y después se suicidó, no con la pistola que había utilizado, sino quemándose viva en el apartamento donde había tenido lugar el crimen.
La primera parte de la novela, titulada «El dragón y la princesa», trata sobre las complicadas relaciones de Alejandra, que sólo tiene dieciocho años, y su amigo Martín, de diecisiete, y se inicia con el relato que éste realiza para Bruno, mayor que él, y también conocido de Alejandra.
Martín es hijo de un pintor fracasado y de una madre que no lo quiso nunca y sólo se dedica a pintarse y comer bombones, y ha encontrado consuelo en Alejandra, a la que casualmente conoció en un parque, y a la que vuelve a ver en el mismo lugar por segunda vez. Ella le ha expresado su necesidad de abrir su alma y explicarse, y, sin embargo, Martín la va a esperar en vano en aquel banco del parque, y no va a volver a verla en más de un año, así que, desesperado, piensa emigrar al sur del país, a la Patagonia, después de haber entrado en contacto con un transportista, Bucich, en el bar de un tal Chichín, donde también conocerá a un curioso personaje, argentino prototípico y gran aficionado al fútbol, Humberto J. d’Arcángelo, Tito.
Tras dos años de esperar en vano, Martín vuelve a encontrar a Alejandra en el mismo parque donde se vieron por primera vez, e inician una relación frenética y desconcertante, que empieza con la visita a la casa de Alejandra en Barracas y la descripción de su familia (se resume al final).
Viene a continuación la historia de la propia Alejandra, narrada por ella misma mientras están en su casa: de niña huyó del hogar y se escondió en una casa abandonada. Allí, de noche, la encontró la policía. Entró interna en un colegio, donde un tal padre Antonio intentó abusar de ella. En verano va a casa de unas parientes lejanas de su abuela, Ermelinda y Rosalinda Carrasco. Alejandra, que entonces tiene catorce años, se ha convertido en una católica fanática, y trata de convencer a Marcos, un año mayor que ella, y católico más frío y convencional, para que la acompañe a recorrer el mundo como misionera: se casarán, pero permanecerán castos para entregarse de lleno a esa labor. Como él se niega, tienen una pequeña refriega en que ella siente nacer la sexualidad. Después, un día en que se escapan de noche, ella intentará matarlo, pero él se defiende, la deja sin sentido y la deja adormecida a la puerta de su casa. De vuelta a Buenos Aires y al colegio, empieza a odiar a su tía Teresa, que la ha comparado con su padre; desea su muerte, y al no conseguirlo, odia a Dios y pierde la fe. Al verano siguiente intenta seducir a Marcos, desnudándose en medio de una tormenta. El huye asustado, llamándola endemoniada.
Tras el relato, Martín acaba de visitar la casa de Alejandra y conoce a su bisabuelo Pancho, de noventa y cinco años, que acaba de contar la historia de la familia (se resume al final).
Mientras el bisabuelo narra estas historias, Alejandra desaparece y Martín queda sólo con él. Cuando el bisabuelo se duerme, Martín sale al corredor y encuentra a Bebe, el tío loco de Alejandra que pasa el día tocando el clarinete. Sale al patio, busca a Alejandra en vano, y huye de la casa desconcertado, la cabeza hecha un caos, pensando en la extraña reacción de Alejandra cuando él pronunció el nombre de Fernando y nombró a los ciegos. Tras esta visita, Martín pasa unos días sin verla y pierde su empleo en una imprenta.
De vuelta al bar de Chichín, donde Tito despotrica de fútbol, del gobierno y el país. Al salir, Tito descubre que Martín lleva dos días sin comer y no tiene casa, y lo invita a alojarse en la suya. Tito trabaja como pintor y vive en una casa humilde con su padre, emigrante italiano, cochero de profesión, ahora sin trabajo tras popularizarse del automóvil, y con la imaginación puesta en la Italia de su infancia, idealizada en el recuerdo según se indica después.
En el bar de Chichín, Martín recibe una carta de Alejandra en que le cita para verse en el parque, en el lugar de costumbre. Van al muelle, sentados junto a un barco sueñan con huir, van al bar Moscova, cuyo dueño es Iván Petrovich, Vania, amigo de Alejandra; se declaran su amor y se sienten felices, lejos de la realidad de la ciudad, «aislados de las duras aristas del universo diario». De camino a casa, Alejandra cuenta un sueño en que se halla en una iglesia repleta en que se abre paso con dificultad; el cura que predica no tiene rostro ni pelo y parece dirigirse a ella; a Alejandra le recuerda la iglesia de Santa Lucía, adonde iba de niña. Llegan a su habitación. Ella le invita a quedarse, porque, según dice, le necesita. Se besan, y cuando él la abraza, ella le rechaza y cae en un estado de convulsión. Después de dormir y bañarse, vuelve junto a él, se desnuda y pasan la noche juntos. Al día siguiente ella le advierte que es una basura y le pide que la deje sola. Mientras contempla a Alejandra, Martín siente que vigila a una princesa amenazada por un dragón, aunque ese dragón no parece hallarse fuera, sino en el propio cuerpo de Alejandra.
Al día siguiente, Martín tiene un sueño intrascendente en apariencia, y que sin embargo le angustia: En medio de la multitud se acerca un mendigo cuyo rostro le es imposible ver, descarga su hatillo, lo pone en el suelo, lo desata y exhibe su contenido ante los ojos de Martín. Luego levanta su mirada y pronuncia palabras ininteligibles.
Termina la conversación con Bruno. Martín medita años después sobre su relación con Alejandra y sobre la felicidad momentánea que ambos experimentaron: aquello fue como la ascensión a una cumbre, una sucesión de éxtasis y fracasos en que ella no fue feliz porque en su interior seguían luchando sus demonios íntimos, aunque él fingiera ignorarlos, como si de esa forma los pudiese aniquilar.
La segunda parte de la novela lleva por título «Los rostros invisibles», y se inicia con dos entrevistas con sendos personajes extremadamente desagradables. En la primera Martín, acompañado por Alejandra, habla con un tal Bordenave a propósito del desalojo de la casa de Tito, en que Martín vive ahora. Martín advierte que el personaje le resulta desagradable a Alejandra. A continuación se narra la visita de Martín a Molinari, rico empresario conocido de Alejandra, al que va a pedir trabajo, aunque sin éxito. Durante la entrevista, Molinari realiza una encendida defensa del liberalismo económico, la familia, el orden tradicional y la necesidad de la prostitución. Al salir del edificio, Martín vomita. Alejandra, entre tanto, ha empezado a trabajar en la boutique de Wanda, y se justifica afirmando que uno puede muy bien ganar dinero mediante una profesión que desprecia.
En el Criterion, un bar con aire británico, Martín conoce a Bruno, a quien, como ya vimos, narrará su historia años después. En otro local, La Helvética, Martín charla con Bruno y con Méndez, a los que ahora conoceremos mejor. Bruno es rubio, ojos celestes, anteojos gruesos, aire meditativo y unos cuarenta y cinco años, ha estado enamorado de la madre de Alejandra. Méndez, pelirrojo y pecoso, nariz aguileña. Charlan sobre marxismo, nacionalismo e internacionalismo, y sobre la felicidad, que uno espera de manera absoluta y en enormes cantidades, mientras desaprovecha las felicidades menores, apenas imperceptibles, pero que son las únicas que existen realmente. Al salir del café, Bruno y Martín charlan junto al río, y a través de su amistad parece sentirse más cerca de Alejandra.
Martín ha pasado muchos días sin saber nada de Alejandra, aunque ha intentado hablar con ella por teléfono, y finalmente, aunque en su fuero interno no lo quiera, y Alejandra odie las intromisiones, decide visitarla en la boutique de Wanda, un mundo de mujeres enjoyadas y chismosas. Después de entrar Martín, hace su aparición en la tienda un hombre extrañísimo, Quique, señorito amanerado, supuestamente crítico teatral, que habla castellano intercalando frasecitas en francés e inglés, y especialista en la crónica chismosa y malintencionada. Martín, entre tanto, aborrece aquel rostro y ademanes de Alejandra cuando atiende en la boutique, su rostro de boutique.
Martín tiene que pasar otra semana sin ver a Alejandra y procura distraerse como puede, entre otras cosas hablando con Bruno y reflexionando sobre el amor, que nunca puede tener un carácter absoluto, y más bien se convierte en una sucesión de situaciones que pueden ir de lo sublime a lo trivial, pasando a ser en otros momentos algo afectuoso y cómodo, o convertirse en odio destructor.
Llega el lunes en que tienen que encontrarse, pasean, van a casa de Alejandra, hacen el amor con fervor desesperado, pero Martín no logra penetrar en el alma de ella, que sigue siendo una incógnita: «después, y como en un combate que deja el campo lleno de cadáveres y no ha servido para nada, ambos quedaron silenciosos». Salen, Alejandra llama por teléfono, explica que a las ocho debe estar en otra parte, y él la ve alejarse con tristeza. A continuación Martín va al bar de Chichín, donde Tito ataca al país, y a continuación lo defiende frente al desprecio de un italiano recién llegado a Argentina.
A día siguiente y en los sucesivos, mientras Alejandra se ha vuelto invisible, Martín se cita con Bruno, la única persona que puede sustituir a Alejandra: un puente hacia ese territorio desconocido y misterioso. Hablan sobre Borges y la literatura argentina, sobre la realidad misma del país, y visitan al padre Rinaldi, desterrado por no coincidir en sus posturas con la jerarquía de la Iglesia. Hasta que un día Martín tiene una sorpresa: ve a Alejandra en un coche deportivo que conducía Bordenave. Sube con ellos, pero inmediatamente Alejandra se baja, y con ella Martín, a quien corroen los celos y las preguntas.
Martín estaba citado con Alejandra, pero ella no aparece. En su lugar lo hace Wanda, que explica a Martín que en una semana no podrá volver a verla. Ella queda en llamarle, pero no lo hace. Martín la llama, logra verla, y por fin quedan en pasar una tarde juntos: Van hasta el río, se sientan en el mismo banco en que estuvieron otras veces. Ella continúa afirmando que le quiere, pero el distanciamiento entre los dos se ahonda. Van al bar Moscova, pero está cerrado, y su dueño, Vania, en el manicomio: todo un símbolo para Martín, ya que fue aquél el bar donde estuvo solo con Alejandra por primera vez:
Nunca como en aquel momento se había sentido más lejos de la ciudad, del tumulto y el furor, la incomprensión y la crueldad; nunca se había sentido tan aislado de la suciedad de su madre, de la obsesión del dinero, de aquella atmósfera de acomodos, cinismos y resentimientos de todos contra todos.
El encuentro termina en el cuarto de Alejandra, donde Martín se derrumba en la cama llorando, hacen el amor, aunque él prometió que no ocurriría, beben en varios bares, hasta que Alejandra pide a Martín que se marche, la deje sola y no vuelva a verla más. Pero Martín no obedece, la llama por teléfono y va a verla a la boutique, donde de nuevo tiene que soportar la conversación de Quique. Martín y Alejandra salen un momento fuera del local, van a un bar, y ella insiste en que no deben verse más, o acabarán destrozándose. Al salir, Martín consigue que los dos se vean sólo una vez más, al día siguiente. Ella accede, se encuentran, pero pronto se separan; él la sigue y descubre que ha quedado en un bar con un hombre, que después sabremos que es su padre, Fernando Vidal, con quien Alejandra mantiene relaciones íntimas, aunque de momento lo único que Martín puede advertir es lo atormentado de su charla, el parecido que existe entre los dos, y la intuición de que aquel hombre es Fernando, un nombre que hizo estremecer a Alejandra una vez que lo oyó. Al cabo de unos días Martín no puede aguantar más y llama a Alejandra: se ven, y a pesar de las evasivas de ella, Martín acaba sabiendo la verdad.
La segunda parte de la novela termina con el golpe militar que derroca a Perón (1955), y el saqueo y quema de iglesias por sus partidarios. Martín, que sólo era espectador, participa junto a un muchacho indio en el rescate de una imagen de la Virgen de los desamparados y de unas casullas, que llevan a casa de una señora, al parecer rica, que odia a los peronistas. Martín deambula por las calles, se sienta en la plaza de la Inmaculada Concepción, y ve pasar a Alejandra, que abre una puerta y desaparece tras ella.
La tercera parte de la novela, la más famosa, se titula «Informe sobre ciegos», y es un manuscrito que Fernando Vidal, el padre de Alejandra, nacido en el pueblo de Capitán Olmos en 1911, dejó escondido al morir, y en él narra sus pesquisas para descubrir la trama del mal extendida por el mundo y organizada en forma de una secta, de la cual los ciegos no son más que una de las manifestaciones:
Un recinto donde se agita una multitud de seres, de los cuales los ciegos comunes son apenas su manifestación menos impresionante: regiones prohibidas donde se agita la oscuridad metafísica, vislumbrando aquí y allá, al comienzo indistintamente, como fugitivos y equívocos fantasmas, luego con mayor y aterradora precisión, todo un mundo de seres abominables.
Aunque Fernando se considera en la actualidad un canalla, el canalla en que ha tenido que convertirse para entrar en contacto con el mal, la historia empezó casualmente mucho antes, un día de 1947 en que Fernando vio cerca de la Plaza de Mayo a una ciega que parecía observarle. Sintió terror y entonces empezó su investigación sobre los ciegos, cuyo siguiente episodio fue seguir a un ciego que ejercía de vendedor ambulante, aunque con la mala suerte de ser descubierto por él, hecho que le llenó de terror e hizo que interrumpiera sus pesquisas por un tiempo.
Un personaje clave en la investigación fue un español llamado Celestino Iglesias, al que Vidal conoció hacia 1929, cuando militaba en un grupo de anarquistas. Iglesias era un tipo taciturno, enjuto, anarquista utópico y bondadoso, que sin embargo estuvo vinculado a una banda de pistoleros dirigida por un personaje sanguinario llamado Osvaldo Podestá, que acabó siendo ametrallado por sus propios correligionarios cuando intentaba abandonar España con dinero robado, durante la guerra civil, en la que también participó Iglesias. De vuelta a la Argentina tras la guerra, Fernando volvió a estar en contacto con Iglesias para pedirle que colaborara con él en la falsificación de billetes, actividad en que Iglesias era experto. Pero un día Iglesias sufrió un accidente manipulando los ácidos que usaba para sus trabajos, y quedó ciego, hecho premonitorio que llevó a Vidal a interesarse de nuevo por el asunto, y a vigilar durante largo tiempo a Iglesias para observar su transformación en un ser maligno, con la sospecha de que más pronto o más tarde, la Secta entraría en contacto con él para que se pusiera a su servicio. Para ello visita y acompaña a Iglesias, pide información a la dueña de la pensión donde vive, vigila de cerca su casa, usando de tapadera, para no levantar sospechas, a Norma Gladys Pugliese, una maestra a la que pretende corromper, y a la que acaba abandonando al sospechar que es una espía del enemigo. Finalmente, tras mucho tiempo de espera, un día Vidal vio a un ciego alto y rubio que merodeaba en torno a la pensión de Iglesias, y sospechó que podría ser la avanzadilla de la Secta. En los días que siguieron siguió visitando a Iglesias, halagando a la dueña de la pensión, procurando sacarle información, hasta que finalmente apareció en la casa un empleado de la compañía de electricidad, primero sólo, después con un miembro de una sociedad de ayuda a los ciegos, hombre bajito parecido a Pierre Fresnay, y ambos ofrecieron un trabajo a Iglesias: el contacto con la Secta estaba así concluido, aunque Iglesias no tuviera aún ninguna misión concreta en ella. Después de vigilar durante unos días, Vidal vio salir a Iglesias acompañado por el señor bajito, y decidió seguirlos, hasta que, después de dar algunas vueltas para despistar, llegaron a la plaza donde está la iglesia de la Inmaculada Concepción y entraron en una casa. Fernando fue detrás, subió unas escaleras y se encontró ante una puerta con candado detrás de la cual no parecía vivir nadie, por lo que supuso que el departamento era más bien la entrada hacia otra parte. Fue a buscar a un antiguo compañero que le ayudó a abrir el candado.
Entró en el piso, descendió por una trampilla y unas escaleras a un piso inferior, encontró a una ciega que lo observaba, tras lo que perdió el conocimiento y sufrió una serie de alucinaciones: el viaje hacia un mundo misterioso de tinieblas. Al recobrarlo, la ciega continuaba frente a él, en actitud impasible, y Fernando intentó disculparse alegando que entró a robar, aunque lo que verdaderamente temió es que lo enterraran vivo entre aquellas paredes, como ocurrió a una pareja de criados en casa de un tal Echagüe el año 1937: por una supuesta distracción quedaron encerrados en el ascensor de la casa, que quedó sin corriente al marchar todos de veraneo, y allí fueron encontrados muertos al cabo de tres meses.
Viene a continuación una larga reflexión y narración retrospectiva de Vidal, que recuerda la historia de María Iribarne, su marido ciego, Allende, y el pintor Castel, que mata a María por celos y es encerrado en un manicomio [se trata del argumento de El túnel (1948), novela de Ernesto Sábato]. A raíz de estos hechos, y de haber sido descubierto por el ciego al que seguía, según vimos antes, Fernando huyó de Argentina con pasaporte falso, llegó a Montevideo, y de allí a París, donde se instaló. En Paris entró en contacto con un pintor llamado Domínguez, que ejecutaba el retrato de una modelo ciega llamada Louise, que al parecer martirizaba a su marido, ciego y totalmente paralítico, teniendo en su presencia relaciones con otros hombres, Domínguez entre ellos. Fernando también tiene relaciones con la ciega para seguir sus investigaciones, pero acaba huyendo despavorido cuando descubre que la parálisis del marido es falsa, y que todo es una trampa de la Secta para sorprenderle. De París, Fernando se traslada a Roma, Egipto, Bombay, China, San Francisco, y de nuevo a la Argentina, cuando está seguro de que no ocurre nada sospechoso. Fue entonces cuando Vidal entró en contacto con Iglesias, con lo que la narración vuelve a enlazar con el presente: la estancia de Fernando en la casa misteriosa, la ciega que le observa, y a la que aparta de un empujón para trasladarse a otra habitación, y a través de un laberinto de pasadizos, túneles y cloacas, iniciar un alucinante viaje a los infiernos, hasta el mundo del mal y del horror situado en las profundidades subterráneas: habitáculo de «la gran Deidad, terrible y nocturna, con poder sobre la vida y la muerte». Finalmente Fernando pierde el conocimiento, y amanece en su cuarto de Villa Devoto. Ha sido un viaje hacia el mundo del horror, y también hacia el propio mundo interior de Fernando Vidal:
Sí: poco a poco yo había ido adquiriendo muchos de los defectos de la raza maldita. Y como casi siempre sucede, la exploración de su universo, había sido también la exploración de mi propio y tenebroso mundo (p. 338).
Llegamos a la última parte de la novela, titulada «Un dios desconocido», que se inicia con el incendio de la casa de los Olmos y la muerte de Fernando y Alejandra, narrada al comienzo de la obra, y la desaparición de los otros habitantes de la casa -el abuelo Pancho, Bebe el loco, la criada Justina- retirados probablemente por los Acevedo, la rama seria de la familia, asustados por las proporciones del escándalo. Asistimos también a la desesperación de Martín, que busca a Bruno para consolarse, y el cual, en una extensa narración retrospectiva, cuenta a Martín su amor por Georgina, la madre de Alejandra, y su relación con Fernando. Bruno descubre además que los padres de Alejandra son primos carnales: Georgina es hija de Patricio Olmos y hermana de Bebe, el loco del clarinete; Fernando, hijo de Ana María Olmos, hermana de Patricio.
Fernando, según Bruno, era un canalla, capaz sin embargo de una gran pureza, y estaba dotado de una extraña fuerza magnética, que producía a la vez atracción y repulsión: mostraba de niño actitudes de ternura, pero era capaz de martirizar animales dejándolos ciegos. La familia Olmos, por su parte, vivía ajena al presente, integrada por fantasmas o distraídos sonámbulos, en medio de una realidad brutal que ni oían, ni sentían, ni comprendían, y donde el abuelo aún soñaba con las viejas virtudes criollas -hospitalidad, generosidad, modestia y aristocracia-, ahora aniquiladas por los duros tiempos. La sangre de los Vidal vino sin embargo a revitalizar y provocar una fuerte reacción en aquella familia moribunda, que representa el final de una época romántica en medio de una ciudad cosmopolita y mercantilizada, dura e implacable; un conmovedor y melancólico símbolo del pasado del país, que se iba para no volver jamás.
Bruno explica, en una narración desordenada, su relación con los Olmos en su adolescencia: Fernando, un ser infernal; Bebe, un retrasado mental; Georgina, su hermana, delicada y femenina. Un día, jugando a reconocer a los tres amigos a oscuras, Fernando tuvo muy cerca a Georgina, y allí empezó su enamoramiento. Otro día Fernando le envió al cuarto de la tía Escolástica, a buscar la cabeza del capitán Acevedo, cortada por la Mazorca en tiempo de Rosas, y arrojada por la ventana de la casa, y que ella, enloquecida, guarda en una caja. Siguieron muchos otros ritos extraños y siniestros, que a Bruno le asustaban.
De joven Georgina tuvo relaciones clandestinas con su primo, quedó embarazada, y nació Alejandra. Dejó la casa de sus padres y después abandonó a la niña, que a los diez años fue a vivir con sus abuelos a la casa de Barracas. Al cabo de unos años, Fernando tuvo relaciones con una mujer judía casada, la señora Szenfeld y al mismo tiempo dejó embarazada a la hija, de dieciséis años, con la que tuvo que casarse. Vivió cómodamente en la casa que les dejaron los padres, dilapidó su dinero y consiguió que la chica lo abandonara, quedando él como propietario de la casa, que luego fue vendida, yendo Fernando a vivir a una casa más modesta, Villa Devoto, donde fue encontrado el informe sobre ciegos.
A partir de 1930 Fernando y Bruno volvieron a estar en contacto, en un periodo convulso del país, cuando Fernando formaba parte de un grupo de pistoleros anarquistas: la época en que los emigrantes europeos, que soñaban con una nueva patria de riqueza y libertad, descubrieron el engaño de que fueron víctimas -una patria de los ricos- mientras ellos eran explotados, y empezaron a rebelarse, seducidos por las ideas revolucionarias de Marx, Lenin o Kropotkin. Bruno conoce en aquellos años a Carlos y Max, dos jóvenes revolucionarios, y a través de ellos vuelve a estar en contacto con Fernando, y también con Iglesias, relacionados todos ellos en mayor o menor medida con la banda de pistoleros fundada por Podestá, hasta que el golpe militar que derrocó al presidente Irigoyen en 1930 puso en aprietos al movimiento anarquista.
Tras el relato de Bruno, en primera persona, volvemos a la historia de Martín, abrumado por la muerte de Alejandra, e intercalados en ella, fragmentos de la historia de la familia Olmos, especialmente la historia del Alférez Celedonio Olmos, padre del bisabuelo Pancho. Martín, que ha descubierto relaciones turbias entre Bordenave y Alejandra, piensa en el suicidio, aunque advierte que no es por ella por quien se va a matar, sino por algo más hondo y permanente, que no alcanza a comprender, aunque sí intuye que Alejandra fue un oasis en medio de un desierto, y que es ese desierto terrible e inacabable los que de erdad le aterra.
Martín se pregunta dónde está Dios, cuando en el mundo suceden tantas desgracias: si Dios realmente existe, que se presente o envíe alguna señal, porque de lo contrario no es posible tener fe. Martín sale a la calle, visita varios cafetines, se emborracha hasta enfermar, y una prostituta pobre lo acoge y cuida en su cuchitril hasta que él se reanima. Martín le regala un anillo como signo de agradecimiento. Parece que la vida vuelve a sonreír. De vuelta a su cuarto, mientras amanece sobre Buenos Aires, Martín decide emigrar al sur. Hace su equipaje y se dirige al bar de Chichín para tomar el camión de Bucich y marchar hacia la Patagonia. En el viaje charlan y hacen amistad, y Martín descubre la verdadera bondad: Bucich piensa desviarse treinta kilómetros por un camino de tierra para llevar un camión de juguete al hijo de un amigo. Mientras contempla el cielo estrellado y la silueta de Bucich, Martín siente que una paz purísima entra por primera vez en su alma atormentada.
GUÍA (Leer y responder)
Lo que Sabato quiere es una literatura "profunda", en el sentido del grado que tiene de estar relacionada con temas metafísicos universales y situaciones existenciales extremas de soledad y muerte. Es en realidad de carácter moral.Su modelo es Dostoievski y Sartre. ¿Qué sabés sobre estos dos autores? ¿En qué se parece a ellos?
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PERSONAJES
Hay cuatro personajes principales: Alejandra, un joven enamorado de ella llamado Martín, el padre de Alejandra que se llama Fernando y un amigo de los tres llamado Bruno. Bruno es el portavoz de la mayoría de los pensamientos del autor volcados en su obra ensayística sobre todo desde la metafísica hasta el tango, mientras que Martin, que acude a Bruno en busca de consuelo y consejo, preocupado, lleno de dudas e ilusiones sobre su propia existencia. Fernando, finalmente, representa la peor parte, el lado nocturno.
Y finalmente, Martin también está atrapado en la red edípica, el hijo de un padre débil y una madre de alcantarillas que intentó abortarlo y siempre le dijo con desdén que lamentaba no haber tenido éxito, lo que puede haber impresionado. en su cara de sufrimiento, la señal de reconocimiento que atrae a Alejandra tan misteriosamente hacia él en las páginas iniciales y pone el libro en movimiento.
¿Qué otros personajes aparecen que aún siendo secundarios, no pueden faltar en el libro?
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¿Por qué?
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TEMAS y MOTIVOS:
La Conspiración: Fernando piensa que las personas ciegas son parte de una antigua conspiración.
Historia, política y heroismo: Lavalle, después de morir de manera poco impresionante y tener su cuerpo descuartizado por sus seres queridos, aparece cerca del final, en la imaginación de un indio pobre, como una figura más grande que la vida que cabalga gloriosamente por el camino a Jujuy, el azul de los cielos y la bandera argentina.
La familia y el incesto: a través de la relación de Alejandra con su padre, y de este con su madre, sus obsesiones y locuras. También la relación incestuosa de Gorgina y Fernando (Primos) y luego de éste con Alejandra (su hija).
La literatura y la autorreferencia: Fernando menciona El Tunel, la novela anterior de Sábato, y relaciona la historia con su teoría de que las personas ciegas son malvadas. Jorge Luis Borges ciego aparece caminando y es recibido por Martin y Bruno.
Psicologismo: Martin y su edipo no resuelto. Esta razón varía. Su padre era distante, hasta lo traumático. Su madre le dice directamente que es una desgracia para ella y que intentó repetidas veces abortar.
El miedo: Fernando en uno de sus delirios en el Informe de los ciegos, habla sobre que tiene gigantescos pterodáctilos, buitres, murciélagos que perforan sus ojos.
Purificación: Alejandra cree que el fuego purifica. Ella quiere purificarse a sí misma. Por eso ella asesina a su padre y luego se suicida quemando su casa con ella adentro.
¿Qué otros temas y motivos encontrás?
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TíTULOS del libro y de los capítulos
¿Quiénes son los héroes y cuáles son las tumbas?
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Explicá la razón de cada uno de los títulos de los capítulos:
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¿Por qué se dice que esta es una "novela total"? ¿Qué es una "novela total"?
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