Introducción a la literatura argentina
LA MATERIA MISMA DE NUESTROS CLÁSICOS ES LA VIOLENCIA POLÍTICA...
JUAN JOSÉ SAER
...De las guerras civiles del siglo XIX salieron esos textos fundadores que son las obras de Sarmiento y de José Hernández. La carrera política de Lugones lo llevó en su prosa del socialismo juvenil a finales del siglo hasta el fascismo en 1930, cuando proclamó, en un panfleto famoso, La hora de la espada. Y las novelas de Roberto Arlt, en los mismos años, están sacudidas por las grandes mitologías del siglo, el fascismo, la revolución social, la angustia de los individuos asfixiados en las grandes ciudades por la alienación capitalista. Cada escritor construye su literatura, por íntima que sea, con el mundo que tiene a su alcance; la tajada de vida empírica que alimenta su imaginación es la savia secreta que justifica cada uno de los signos que estampa sobre el papel. A los escritores argentinos les tocó vivir en un país agitado por inacabables conflictos. Y hoy sólo siguen siendo legibles aquellos que se aventuraron en la selva de esos conflictos y fueron capaces de forjar a partir de ellos su propia tradición..
por¿Qué se entiende
Literatura Argentina?
Las literaturas nacionales históricamente aparecen por voluntad política: la necesidad de construir no sólo una nación sino también, y
esencialmente, una nacionalidad. Por
ello las literaturas nacionales se orientan hacia
una conciencia en común, o una pertenencia e identidad nacional.
Las literaturas
nacionales empiezan a aparecer históricamente en la Europa de los siglos XVIII
y XIX. Esto genera una disciplina o saber: la Historia Literaria.
Esa concepción se construye sobre presupuestos en que se afirma el carácter representativo de las literaturas o bien, los que postulan la necesidad de
interpretarlas como manifestaciones o signos que remitan a un más allá de lo
literario: el ámbito fundante del
sustrato nacional. Es decir la literatura se vuelve un instrumento en función de otra cosa.
Esta concepción de lo literario persistirá aún en aquellas
perspectivas que superaron las ideas del idealismo y del romanticismo del siglo
XIX: el positivismo. Porque el positivismo adoptó la mirada
historicista, pero mezcló en ella elementos característicos del saber
naturalista. Así, la «raza» o el «medio», junto con el «momento histórico»,
aparecen en la perspectiva positivista como las grandes determinaciones.
El comienzo de la Literatura Argentina
La constitución de la literatura argentina como «literatura nacional» no escapa, por razones de orden histórico, cultural y político, a las características generales señaladas arriba.
Ese proceso se desarrolla en la época del Centenario (1910), y está representado por algunos
acontecimientos altamente significativos, como la creación de la primera
cátedra universitaria de Literatura Argentina que hubo en el país -en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad
de Buenos Aires, a cargo de Ricardo Rojas-, o la serie de conferencias que
pronunciara Lugones en el teatro Odeón sobre el «Martín Fierro» en 1913, y que
fueron recogidas, ampliadas y editadas en 1916 bajo el título del «El Payador».
De ese modo, la lectura y la interpretación que se
realizaba del «Martín Fierro» no sólo recuperaba por parte de la crítica a la
obra de Hernández, sino que además le asignaba el valor de verdadero monumento
de nuestra literatura nacional. Esa recuperación de su sentido y de sus valores
«nacionales» iba de la mano, en el caso de Lugones,
de la necesidad de excluir a las multitudes inmigrantes. Para ello apelaba a la
idea de que el «espíritu del pueblo» o el «alma de la raza» se expresaban
naturalmente a través de los versos gauchescos, y que la poesía gauchesca, al
igual que las antiguas poesías épicas de Europa, no hacía más que representar
el devenir histórico de nuestra nacionalidad. Según esa ecuación, podía
admitirse sin demasiadas dudas la existencia de una Nación Argentina y de una
Literatura Nacional . Se trata de afirmar, programáticamente, el carácter épico
del «Martín Fierro», porque se parte del supuesto de que la épica «expresa la
vida heroica de la raza».
(Para consultar sobre El Martín Fierro: BIBLIOTECA NACIONAL/ MARTIN FIERRO INTERACTIVO)
El nacionalismo y sus etapas
La historia del nacionalismo en la Argentina es una
historia de conflictos y bifurcaciones, que podrían representarse
figuradamente, antes que con una recta, con el dibujo sinuoso de una línea que
sufriera fisuras y puntos de difracción. Esos puntos de fisura y difracción
podrían ser, en ese diagrama imaginario, ciertas inflexiones que sufre la
historia y el discurso del nacionalismo argentino, como las operadas con el
surgimiento, hacia los años cincuenta y sesenta, de lo que dio en llamarse
«nacionalismo de izquierda».
Ese nacionalismo (Hernández Arregui, Abelardo Ramos,
Puigróss) suponía, fundamentalmente, un desplazamiento del contenido mismo de
la categoría de «lo nacional», puesto que ahora lo nacional expresaba a las
grandes mayorías populares, las mismas que habían sido excluídas de la
concepción nacionalista de Lugones, por volver sobre su ejemplo. Adoptaban el
punto de vista marxista para elaborar las formas de su «pensamiento nacional».
Con esos recursos trataban de promover una «inteligibilidad» materialista del
«ser nacional» (Hernández Arregui), despojándolo de todas las connotaciones de
tipo espiritualista o metafísico con que lo habían significado los teóricos del
nacionalismo oligárquico. De esa manera, la literatura nacional ya no era, o
mejor dicho, ya no era solamente la gesta épica de la gauchesca, sino que era
también toda la literatura que expresaba
la causa nacional.
A esa camada de autores del nacionalismo popular le
sucedió, en los años setenta, una nueva
camada cuyos criterios y parámetros teóricos eran más amplios y diversos
(Romano, Ford, Rivera), pero que mantenían el mismo interés por los géneros y
las manifestaciones populares, por los textos marginales y confinados por la
sanción de la crítica al lugar de lo paraliterario y por lo tanto «menor»: las
novelas de aventuras y policiales, las historietas, la canción popular, el
cine, el radioteatro, etc.
En ambos casos se trata de pensar a la literatura como
expresión. Si en un caso la
literatura es expresión del «espíritu de la raza», de la «tradición nacional»,
en otro será expresión de lo popular, de las luchas contra la dominación no
sólo de la nación sino también del pueblo, pero en ambos casos la literatura
será la configuración simbólica por medio de la cual la exterioridad de lo
nacional viene a manifestarse. Así, lo nacional es prácticamente un «plus» que
se le adiciona a la literatura, un excedente o suplemento que,
apriorísticamente, determina las formas y las condiciones de su emergencia.
La fuerza de esa interpretación
(o esa interpretación a la fuerza) no podía producir más que las antinomias
excluyentes: lo nacional opuesto a lo antinacional, lo popular opuesto a lo
oligárquico, civilizados y bárbaros, peronistas y antiperonistas, etc.
Borges y El escritor argentino y la tradición
En un decisivo ensayo para poder pensar las dimensiones
reales de la literatura argentina -«El escritor argentino y la tradición»-, Jorge Luis Borges refutó tempranamente
los supuestos y los límites del nacionalismo literario. Volvió sobre las
cuestiones formuladas por Rojas y Lugones alrededor de la poesía gauchesca,
para refutar su creencia de que «la tradición literaria argentina ya existe» a
partir de ella. La réplica borgeana consistía en la «desacralización» del
género al postular que la literatura gauchesca no era «menos artificial» que
cualquier otro género literario. Menos artificial significaba, obviamente, que
era tan convencional como cualquier otro, porque la literatura es precisamente
eso, un conjunto de convenciones estéticas.
Pero lo argentino no podía reducirse a lo gauchesco porque sus
dimensiones se extendían, según Borges, mucho más allá de los límites que
pretendía asignarle el pensamiento nacionalista. Porque si el nacionalismo
creía reconocer la poesía argentina en «los rasgos diferenciales argentinos», o
en el «color local» de sus enunciados, Borges reconocía a la poesía argentina
en otros textos. Por tal razón, Borges podía reconocer lo argentino en algunos
versos de Enrique Banchs porque esos versos, compuestos con un lenguaje
afectado y distante respecto del habla nacional, venían a manifestar cierto «pudor»
o cierta «reticencia» que eran típicamente argentinos. Él lee en Banch una
frase cuyos elementos no pertenecen al ambiente de Buenos Aires: "...EI
sol en los tejados/ y en las ventanas brilla. Ruiseñores/ quieren decir que
están enamorados". En Buenos Aires se encuentran terrazas y gorriones
antes que tejados y ruiseñores. Sin embargo, dice Borges, está lo argentino en
esa "dificultad que tenemos para las confidencias, para la intimidad"
expresada en el poema.
Por ello mismo también podía reconocer, en otras obras a
las que el nacionalismo consagraba como verdaderos paradigmas contemporáneos de
la literatura nacional, la impronta o la
influencia de diversas literaturas extranjeras. Así, reconocía en la
escritura de Güiraldes las huellas de Kipling o Twain, de la misma manera que
la de los poetas franceses contemporáneos. Ello
significaba asimismo otra forma de ser argentino, consistente en la apropiación
de la tradición de la literatura occidental no para someterse a ella, sino para
innovar, desde las zonas marginales de la cultura de Occidente, el legado y la
historia que su tradición representa. Por eso lo argentino, para Borges, se
constituía esencialmente como ejercicio de lenguaje, como actividad de
escritura y de lectura. Por las mismas razones, la literatura argentina era,
para Borges, tanto diálogo como réplica respecto de la tradición de toda la
cultura occidental. Y sobre la base de esa clase de vínculos, Borges podía
imaginar la singularidad, la especificidad de la literatura argentina, que no
pasaba por la reacción xenófoba frente a lo «otro» ni por la reproducción
mimética (copia) de lo extranjero.
Así, lo argentino puede comenzar a pensarse antes que en
términos sustantivos en términos de relación: ser argentino es una forma de ser
con lo otro, que involucra al vínculo en cualquier intento de definición.
Cuestionario:
- ¿Por qué Saer considera que la materia misma de nuestros clásicos es la violencia política?
- ¿Cuándo aparecen las llamadas literaturas nacionales (literatura inglesa, literatura francesa, etc.)?
- ¿A qué se limita la concepción de la literatura como expresión de lo nacional?
- ¿Cuáles son las etapas de esa literatura nacional? Resumir cada una.
- ¿Cuál es la posición de Borges?
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